viernes, 12 de julio de 2013

Historias de la yakuza profunda

Estos días he estado leyendo cosas muy curiosas. Además de recordar las grandes ideas de mi época rolística (por llamarle de alguna manera) y una canción muy jefa de mi infancia, he leído cierto manga. No se trata de una gran historia y los personajes tampoco son especialmente interesantes, pero el apartado final en el que el autor cuenta sus anécdotas editoriales es ciertamente espectacular.

No estoy nada de acuerdo con la filosofía de ese autor y no sólo porque sea japonés. Exalta el comercialismo y enseguida se humilla públicamente negando así su carácter natural... incluso considera la cobardía una virtud. En mi opinión, un autor tiene que tener algo de orgullo; no parece diferente la relación de un escritor con su editor que la de un actor teatral con su director. Es necesaria una rebelión desde dentro... y, por supuesto, si no hay compatibilidad de caracteres, es mejor trabajar con otro xD.


Pero bueno, en realidad yo prefiero mantenerme productivo a dejar que pase el tiempo sin haber
hecho absolutamente nada. Dejarse arrastrar por la vagancia es uno de los peores vicios que la sociedad inculca a la gente desde muy pequeña en la actualidad. Lo triste es que pocos parecen tener pelotas para librarse... y el resto de gente débil acaba por fagocitarse a los luchadores que quedan. Aunque quizá esa sea otra historia.

El caso es que el autor de ese manga cuenta cómo la editorial intentaba hacerle escribir. Cada vez que no trabajaba, lo drogaban y lo mandaban a casas aisladas en Siberia o las islas Marshall, donde tenía preparado todo el material necesario. Perdía la noción del tiempo y sus días consistían únicamente en escribir... y su único contacto con el resto de la humanidad era el agente enviado por la editorial para ayudarle en todo. Y yo pienso, ¡joder, así cualquiera escribe! Podían hacérmelo a mí y en un par de meses tenía hecha la saga de Hakon, Los tirados del espacio o cualquier historia que quisieran convertir en libro. Igual para las más largas necesitaba un poco más de tiempo, pero para el caso es lo mismo.

En serio, ojalá alguien tuviera ese interés en mí y en mi obra, pero se conoce que mi destino al nacer era morir como un pailán. Pues habrá que seguir peleando, ¡qué vida más cansina!

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